Os presentamos el onomasticón Hola! Barcelona, que es un Who's Who ocañí, esto es de la Barcelona de la Transición o de la Premovida o de la Movida barcelonesa o de cómo quieran llamarlo...
Tarjeta postal/invitación de Hola! Barcelona. Cada retratado/invitado la recibía por correo con su nombre señalado. (Colección Adolfo Fernández) |
Maria Espeus, su artífice, ideó una serie de retratos sin finalidades sociológicas ni antropológicas, pero testigos de la transición en los años 80. Y como tal ha quedado, son las caras de una época.
No quiero dejarme las huellas dactilares en el teclado transcribiendo uno a uno todos los retratados, que dicen que son 175, así que sólo os voy a enumerar unos cuantos: Ocaña (claro está), Alberto Cardín, Josep Maria Caralt, Gato Pérez, Carles Santos, Àngel Jové, Carlos Pazos, Javier Mariscal, Nazario, Pepón Coromina, El Hortelano, Ouka Leele, Robert Llimós y un largo etcétera que me dejaría sin aliento. Os aconsejo, pues, que ampliéis la imagen y que le echéis un vistazo. Prestad atención a los quehaceres, porque algunos no tienen desperdicio. Después, también, podéis hojear el álbum en línea en la página web de Maria Espeus. De ahí, precisamente, he cogido prestadas estas fotos:
Para terminar, nos podríamos entretener con alguna que otra declaración de Maria Espeus, como el "tuve que manejarme con muchos egos durante pocos días", pero prefiero dejaros con esta crónica de Ignacio Vidal-Folch:
TRIBUNA:
LA CRÓNICA
¡Hola, Barcelona!
Ahora hace justo 20 años que María Espeus llegó a Barcelona, procedente de su Suecia natal. Llegó como joven fotógrafa, arrasó y se quedó, y aquí está la mar de bien en su estudio y vivienda del Raval profundo, cuando no de viaje para alguno de sus trabajos. He ido a verla estos días por el siguiente motivo: porque hace algún tiempo que me vengo preguntando sobre mi generación, sobre si esa generación tiene función, sobre su extraña amorfidad, pasividad, escepticismo, el hecho de que no haya dado ni un solo escritor indiscutible, ni un editor, ni una sola autoridad académica, etcétera; en fin, que me parece que se ha callado siempre y acomodado al papel de generación perdida y me temo que algún día las generaciones posteriores nos pasarán cuentas a nosotros de por qué hicimos lo que hicimos, o sea, por qué no hicimos nada. De verdad que esto me preocupa. Aunque tampoco me quita el sueño, precisamente porque pertenezco a esa generación escéptica y perdida.Y bueno, pensando en fenómenos generacionales no llego a ninguna tesis que valga la pena exponer, pero recuerdo la exposición que el 23 de marzo de 1982 abrió María Espeus en el Instituto de Estudios Norteamericanos, titulada Hola Barcelona, y que vi y todavía veo en el cine de mi mente (por emplear una expresión consagrada por el poeta; qué poeta es ése no lo recuerdo) como una película en blanco y negro del tiempo del cine mudo, lo cual se ajusta a los hechos porque las fotos de María en Hola Barcelona eran en suntuoso blanco y negro, y yo las contemplé mudo de estupor por el desparpajo que suponía esa iniciativa de proponer como objetivos fotografiables gente que destacar, a los miembros de mi generación. Espeus había retratado a 175 jóvenes que hacían cosas en la ciudad, y proponía sus rostros como los rostros de la época, de la contemporaneidad. El criterio de selección carecía de pretensiones: ella retrataba a la gente que le caía bien, y punto. Pero como la fotógrafa sueca estaba en todas las salsas, trascendió por la ciudad la idea, la convicción, de que aquellos muchachos y muchachas encarnaban el espíritu de los tiempos y serían los protagonistas de la transformación de la ciudad en otra cosa ¿En qué otra cosa? Eso estaba por determinar, pero desde luego sería una cosa menos franquista y más divertida.
La verdad es que aquella exposición, cuyas imágenes repaso ahora con María, y nos sonreímos de lo preparados e interesantes que venían todos los modelos a sacarse la foto (tendemos a creer que de verdad la foto "inmortaliza"), no es exactamente generacional, no exactamente de mi generación, pues muchos de los allí fijados eran algo mayores; pero en espíritu lúdico y, cómo decirlo, vocación radical o marginal (no hay que tomarse estos adjetivos al pie de la letra), dispusiéramos o no de protectora red familiar, sí que todos éramos un poco miembros de la misma generación. Le confieso a María que recuerdo el día de la inauguración y que al contemplar los rostros de amigos y conocidos reproducidos a aquella gran escala y monumentalizados por el arte de su cámara, me pareció tremenda injusticia no figurar en la lista de las 175 promesas de la ciudad.
-Porque aunque yo no tuviera grandes merecimientos -le digo-, tampoco los tenía mi amigo Fulano o cierta gandula de buen ver, y a ellos bien que los retrataste.
-Sí, hubo muchos celos -responde María-. Aquel día, mucha gente me preguntaba: "¿y a mí por qué no me has pedido una foto? ¿Por qué está Fulano, y yo no?".
Es interesante repasar la lista de los 175; quizá, desde un punto de vista menos nostálgico que antropológico y sociológico, sería aún más interesante volver a poner en pie aquella exposición y ver qué se hizo de todas y cada una de aquellas promesas barcelonesas. Por cierto, que la primera promesa que se cumplió fue la misma María Espeus, porque a partir de esta su primera exposición la llamaron de todas partes para hacer retratos y se introdujo en el mundo de la fotografía publicitaria, en el que ha vivido hasta ahora.
De las demás promesas, unas cuantas -Alberto Cardin, Pepón Corominas, Juan Fatjó, Jorge Furest, Ocaña, Pau Maragall, Gato Pérez...- han fallecido prematuramente; otros se fueron a buscarse la vida a Madrid: Javier Rubio, Federico Jiménez Losantos, Lola Díaz, Luiz Fernández, El Hortelano, Ouka Leele... Otros han triunfado en la vida; otros se malograron. Y otros...
Ignacio Vidal-Folch
El País, 11 de diciembre de 1999
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