OCAÑA EN PALMA (NO SE RINDE, NI LLORA, NI SE INTEGRA)


Travolta y Ocaña

Dos películas, en actuales pantallas mallorquinas, nos reflejan el mundo de la marginación social desde muy distintas perspectivas y con diferentes propósitos. El John Travolta que sólo espera “la fiebre de la noche del sábado” para trasmutar su personalidad de triste empleadillo en rutilante hortera de discoteca. Y el Ocaña “intermitente” que asume su condición de andaluz pobre, pintor sin compradores y homosexual descarado con la rabiosa sinceridad de que este país todavía es capaz. De Brooklyn a las Ramblas, dos seres ansiosos de autoestimarse nos hablan de sus vidas.

Y hay que escucharlos porque se trata de su soledad, tema de universal dramatismo. Poco importa que la historia de Travolta acabe en novela rosa y que la de Ocaña quede abierta y desafiante ante un ruedo ibérico perplejo. La inicial rebelión del primero detecta ya todos los síntomas de integración en una subcultura americana en la que el ascenso individual domina por doquier. Pero, en el ritmo frenético del baile, está la contrapartida del pobre italoamericano que allí recupera la felicidad de los juegos y la conciencia de un posible valer más allá de su ingenuo machismo y de su papel de jefe de banda.

Ocaña es otra cosa, aunque las infelices adolescencias también hayan desembocado en la soledad. Ocaña no se rinde, ni llora, ni se integra. Ese andaluz, tan despierto como su pisoteado pueblo, alza su marginación múltiple como bandera y provoca despiadadamente a todos cuantos viven la otra marginación: la de la rutina y del hábito, la que convierte en “grises” a las gentes, la que ha desterrado la alegría y el juego, sustituyéndolos por convencionalismos sin vida. Humanísimo alegato el de un Ocaña que asume su soledad con lucidez y desgarro infrecuentes en tierras en que la hipocresía se cotiza más que la sinceridad.

Andrés Ferret

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Fecha: ¿?/12/1978
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Autor: ANDRÉS FERRET

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