OCAÑA Y EL DISFRAZ (DEL ALMA TRAVESTIDA)



HEMEROTECA (¿?/¿05?/1977): 

Un travestí contracultural 

Yo soy sevillano que llevo seis años en Barcelona y vivo con mi gato Enrique. No es que haya venido aquí para resolver mis cuestiones sexuales, eso lo tenía más que superado en mi pueblo. Ya de pequeñito hacía los amores en un pajar con amiguitos míos, ¡aquello era divino y espontáneo! En cambio, aquí, ahora, todo es más cerebral, más calculado. Marginado no es la palabra, me parece demasiado intelectual, chiquilla.


Pepe Ocaña es un travesti que no ejerce, que es contracultural pero que se ríe de la contracultura, que se codea con la «Gay Divine» y se ríe de ellos, de todos los que juegan a intelectuales, que no sabe ni lo que es el «Front D'allibertament Gay» aunque habla de él. Es un ser absolutamente ingenuo y puro. Pepe Ocaña tiene travestida hasta el alma.
Le encanta disfrazarse, vestirse de mujer. Tiene amigos que le prestan vestidos exóticos, acude a las fiestas vestido de Reina Madre, de pavo real, de apache, de viuda andaluza, de lo que se le ocurre.
Como ahora con eso de la democracia –que no se lo creen ni ellos– se puede hacer algo más que antes, me gusta ponerme un vestido bonito, maquillarme y salir por ahí para divertirme.
Tan pronto te lo encuentras en el «Zeleste» bailando soleares, que en el Café de la Ópera a las doce de la mañana tomando chocolate para acabar la juerga de la noche anterior, que ha hablado de su novio de la ETA y pidiendo ¡Guerra! Pero a él más que por travesti, casi diría que en el fondo lo que le gusta es que le tomen por un pintor. «La imaginación al poder, gesto mío», me dice. Su casa es un museo, pinturas suyas, muñecos que hace aprovechando los maniquíes antiguos de las modistas, a los que les pone cabeza fabricada con papeles de periódicos que luego pinta y disfraza como a él le gustaría ir a veces. Su manía es coleccionar floreros antiguos de los cementerios, que coge cuando pasea por los Camposantos a primeras horas de la mañana de muchos días de lluvia. Por eso decidí llevármelo a Milán, para que con el esplendor barroco de las tumbas italianas, se me inspirara. Quiso vestirse de Eugenia de Montijo y yo tuve que prestarle la mantilla de mi abuelita, el abanico que me regaló, un ligue de la postguerra (1).
Oye, Pepe, ¿en tu pueblo te marginaban, sentías la prohibición y la castración hacia tu tipo de amor?
Me sentía un poco marginado en aquella época, ten en cuenta que yo no vine a Barcelona hasta después de mi servicio militar. Pero mi pueblo había otro encanto, porque hacía las cosas a escondidas, pero no porque yo sintiera que estaba prohibido, sino porque para mí tenían un cierto encanto. Me entendía con los hombres a nivel espiritual. Mira, eso de «nivel» lo acabo de aprender de mis amigos «los intelectuales», siempre tengo que tener cuidado porque no me gusta que me contaminen.
No sé si te fue difícil el amoldarte a la vida de aquí, de Barcelona...
Al principio sí, no conocía a demasiada gente y tuve que echar mano de mi antiguo oficio, el de pintor de brocha gorda. Yo había llegado con mi hermano gemelo, teníamos que comer y adaptarnos un poco al modo de ser de aquí. A pequeñas dosis nos fuimos introduciendo en el «ambiente»... ¿comprendes lo que te quiero decir? Hubo momentos difíciles en que no tenía trabajo.
¿Tuviste que acudir a la prostitución en algún momento?
¡Nena, pero qué dices! A mí la prostitución me parece horrible, yo no hago el amor para que me paguen un servicio. Hago el amor porque me sale de dentro. Lo mismo que cuando tengo algún amigo que tiene dinero, le dejo que se quede en mi casa, y eso que mi casa me da muchos quebraderos de cabeza al final de mes.
Pepe vive en un estudio de la Plaza Real, donde además de amontonar todas las cosas de las que antes hablaba, vive con un gato siamés que se llama Enrique y la compañía de las canciones de la Piaf o Estrellita Castro, pero como es un desmadrado siempre tiene la casa llena de gente y él les canta saetas en el momento menos pensado.
¿Siempre vives solo?
Sí, aunque siempre tengo la casa con amigos que entran y salen. Necesito aislarme a veces y por eso no sé si aguantaría a alguien viviendo en plan fijo. Mi amigo más importante soy yo mismo. Lo cual no está reñido con los números que me gusta organizar tanto en casa, como fuera. Cuando la organizo es como una borrachera.


¿Eres hombre de amores fijos?
No. Todavía no he encontrado al hombre de mi vida. Y ni siquiera sé si lo encontraré. Estas cosas no son tan fáciles como la gente se piensa. Tampoco es el sexo lo que me interesa, ya te he dicho antes que soy un hombre de amores espirituales, y por eso no encuentro demasiados hombres con un fino sentido espiritual.
El amor mío tiene que hacerse bien, sino, no vale. A mí no me gustan esas parejas de mariquitas locas que uno hace el papel de macho y el otro de tía. El amor es algo más completo, más perfecto y a la vez lo puedes ir perfeccionando más y más. Tiene que haber placer por ambas partes. Hacerlo, hacerlo, lo hago donde puedo, a veces, y en mi casa cuando me apetece. No es que me fuerce, lo hago cuando la fuerza del amor surge.
¿Sólo haces el amor con hombres?
¡No! También me gusta hacerlo con mujeres. Te lo juro.
Antes me decías que el «Rollo» les va a todos los hombres, no sé si lo decías muy en serio.
Mira, ¡si yo te contara! Casi mejor que no hable, porque te podría contar cosas increíbles, pero mejor que no nos pongamos morbosos.
Hablemos de pintura, de tu pintura. Tengo entendido que piensas hacer una exposición.
La tengo programada para el mes de julio en la Galería «Mec-Mec». La quiero hacer de una manera especial. En plan desmadre artístico. Pondré faroles, banderolas, adornos. Como si fuera una feria andaluza, le dará un ambiente especial. Voy a invitar a todos mis amigos de Barcelona. Mira, aquí tengo la lista. Aquí hay muchos de la Gauche Divine, ¿los conoces?
Y Ocaña me enseña una lista donde aparecen nombres de «los progres» de la Barcelona la nuit. Lo que presumen de progres y son arrivistas de última hora, snobs de vía estrecha y quiero y no puedo de la pequeña burguesía. Todo un muestrario que ni Baroja se los hubiera encontrado en la tría de los desechos ciudadanos.
¿Cuántos homosexuales disfrazados habrá entre tanto nombre conocido, porque me imagino que te lo debes de saber, no?
¡Huy, gato mío! Ni son todos los que están, ni están todos los que son. Los hay sinceros, pero los que juegan a intelectuales, me dan asco.


Me parece que les tienes una manía especial, a los intelectuales, me refiero.
Hay una especie de intelectuales a los que no soporto. Los del otro día en el «Diana», por ejemplo. Me invitaron a una fiesta y fui disfrazado, allí todo el mundo estaba desmadrado, pero cuando me subí al escenario para continuar la juerga, me echaron de malas maneras. Luego van por ahí diciendo que son «progres» y que si bienvenido a todo el mundo. También hay otros amigos míos intelectuales que ahora me critican porque dicen que me dejo utilizar, que soy un payaso. Y yo lo que les contesto es que aquí nos utilizamos todos. Yo soy un desmadrado y me gusta divertirme. No me gustan los complejos, ni los acomplejados. Y si me llaman burgués, me da lo mismo. Lo que ocurre es que me quieren marginar porque «ellos» se creen que son los que tienen la cultura. Y eso a mí, vuelvo a repetir, que no me importa. La poca cultura que yo tengo es la de haber vivido. No saben que como más cultura se tiene, menos espontaneidad. Todo lo filtran. No se me puede despreciar porque sea andaluz, porque haya tenido unas vivencias o porque tenga un acento diferente o porque no haya tenido los estudios que mucha gente ha podido tener. A lo mejor porque a los que son como yo, nos han explotado, ellos pueden presumir de cultura.
¿Sientes que te desprecian por lo del acento?
Sí, ya te lo he dicho, pero yo pienso aprender catalán, me echaré un amante catalán, aunque sea de la autonomía esa... Pero que tenga dinero y que me ponga una institutriz, como a la Isadora Duncan en Rusia, y mi amante que me enseñara catalán con pasión. Porque yo no sé lo que es el amor. Yo sólo soy de pasión, y pongo pasión también en la pintura.
Sí, pero, ¿por qué pintas tantas Vírgenes sin cara definida?
Me encantan las Vírgenes; son bellísimas, me inspiran. Soy andaluz, soy supersticioso, soy romántico, tierno. Soy todo un Aries con ascendente Escorpión. Sé que me moriré viejo, y que a los sesenta seré rico.
¿Cuáles son tus pintores favoritos?
Modigliani, Picasso y Chagall.
¿Tu familia acepta la homosexualidad, o has tenido que sufrir por ello?
Mi familia lo sabe y lo acepta perfectamente. Yo adoro a mi madre y a mi hermana. Son seres geniales. Con mi hermana me he llevado bien siempre, pero desde que se casó con un imbécil que sólo sabe hacerle niños, ya no se dedica al teatro. Ella era una de las mejores interpretando a los Quintero. Pero todavía la amo.
Y Pepe Ocaña se prepara para las fotos en el cementerio. Es curioso ver a un hombre que se coloca un liguero rojo con la misma devoción que un torero se viste para la corrida o una bailarina para un Lago de los Cisnes. Me gusta comparar a Ocaña con un pavo real cuando se traviste en exótico. Es entonces cuando la tragicomedia alcanza visos de genialidad, porque Pepe es sincero. Vive su travestismo con sentimiento. Lo exhibe porque le gusta y porque le sirve. Él me ha dicho que le encanta que lo admiren, que lo jaleen, que le regalen piropos. Me ha dicho que es narcisista porque se ama, porque se gusta. Y si a él le gusta, ¿qué le importa a los demás? ¿Por qué este mundo no deja a Pepe Ocaña, que sea Pepe Ocaña?
Algo falla en este mundo.

KARMELE MARCHANTE BARROBÉS

(1) Y la peineta de las noches locas de Semana Santa.

Publicación: Mundo, n.º ¿?
Fecha: ¿?/¿05?/1977
Página: 54, 55, 56 y 57
Autoría: (texto) Karmele Marchante y (foto) ¿Jaume Mor?

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