Universidad de Princeton, noviembre de 2010: Luis Moreno-Caballud presenta Topos, carnavales y vecinos. Derivas de lo rural en la literatura y el cine de la transición española (1973-1986), su tesis doctoral, donde plantea la cuestión de la “traducción cultural”, la apropiación de la herencia de la fiesta popular a partir de la fórmula “todo el año es carnaval”.
Aquí os dejo el fragmento en el que Moreno-Caballud introduce a Ocaña en su razonamiento y, al final, el PDF en línea de la tesis:
(Páginas 37 y 38) El caso del también notable miembro de la contracultura barcelonesa, José Pérez Ocaña, nos interesará especialmente porque su origen rural andaluz es un elemento central del flujo experimental que le lleva a construir su “personaje” como artista, una vez ya ha emigrado a la capital catalana. Gracias al documental realizado por Ventura Pons en 1978, Ocaña, retrato intermitente, sabemos que el pintor de Cantillana pertenece a un tipo de productor cultural “hijo de clase obrera”, que todavía era muy escaso entre la generación del 68, pero que comienza a darse más en la del 75. Esto, junto con su interés por la idiosincrasia de la Andalucía rural en el panorama cultural post-desarrollista, hace que su mirada sobre el legado oral, festivo y tradicional esté mucho más cargada de implicaciones identitarias que en el caso de los intelectuales urbanos. Ocaña ha aprendido a ser quien es en las fiestas y procesiones religiosas de su pueblo. Su pintura y sus performances le deben mucho al mundo, especialmente femenino, de la religiosidad y la sociabilidad rural andaluza.
Pero, al mismo tiempo, Ocaña, como Nazario, es un “moderno” (es un “vanguardista”), que utiliza todo ese acervo como una herramienta más en su experimentación vital, en su desbordamiento de las identidades fijas de género, clase, nacionalidad e ideología que tiene a su disposición. De nuevo encontraremos aquí el fenómeno de “traducción cultural” que se daba en Nazario, pero en el caso de Ocaña va adquirir tintes más dramáticos, pues él estaba fuertemente integrado en la comunidad rural cuando comienza ya su proceso de desbordamiento, apoyándose en las transgresiones instituidas por la tradición. Ocaña, al revés que sus vecinos, decide no quitarse “el disfraz” ni volver al trabajo después de las fiestas, y ahí la tolerancia “tradicional” se agota.
En la ciudad Ocaña sufrirá algunos roces con el sistema disciplinario de la dictadura reformada (que todavía hacía cumplir su “Ley de Peligrosidad Social” contra los homosexuales), pero, como veremos, tendrá que enfrentarse a otro enemigo quizás más temible: la espectacularización mediática que comienza a padecer su figura pública, y que le convierte en una especie de “travesti oficial de la transición”.
ARTÍCULOS RELACIONADOS:
No hay comentarios:
Publicar un comentario