OCAÑA Y ALGO DE SU FILOSOFÍA (DE "MANDERLEY" Y "LA PRIMAVERA")



HEMEROTECA (09/12/1980): 

«Yo qué sé lo que piensan las modernas del cine» 


Ocaña, de las Ramblas al «estrellato-sub» 


Teatralero y provocador, pero menos. Después de un año lejos de las Ramblas, con mil proyectos, exposiciones y nueva película vuelve a la Plaza Real para pintar. Típicamente barcelonés para unos y revulsivo para otros, Ocaña ha venido al mundo a vivir y no a arreglarlo. Ha pasado, definitivamente, de la brocha al pincel, ha ampliado su escenario de las Ramblas al cine, ha cambiado de parecer en muchas cosas excepto una: los hombres.


Ha entrado en el cine sin enterarse. Del ya lejano «Retrat intermitent» que lo ha paseado por los festivales más «in», aterriza de nuevo en su Barcelona con el film que hiciera con Jesús Garay, «Manderley». Se convierte, a fuerza de abanicarse, en la estrella del underground barcelonés en muchas de sus facetas: de ramblear con Camilo en los cómics de Nazario a buscar como una loca una iglesia para su próxima exposición «naif».
La película estrenada recientemente en Barcelona tuvo una efímera estancia en la cartelera. Esto no sorprende a Ocaña: 
—«No es un cine para dar dinero, es un cine para minorías. No es un cine de colas ni de grandes risas. Manderley es amena y divertida, pero tiene su trasfondo. Creo que es bastante interesante, estoy contento de la película».
Hace un año que está terminada pero no había dinero para la única copia que existe por el momento.
—No había dinero. Era una cooperativa de pobres. Lo que pasa en este país, es que cuando hay gente que tiene ideas, le falta dinero; y la gente con dinero no tiene ideas. Pero algún día saldrán adelante porque son buenos y machacan y machacan.


«Manderley» tiene que estrenarse todavía en Madrid y en otras ciudades que ya han pedido la copia. La incidencia de la película no parece preocuparle mucho:
—Yo qué sé lo que piensan las modernas del cine. A los del FAGC no creo que les haya gustado mucho, porque no reivindica nada, y es que estamos hasta el coño de reivindicar. Está bien reivindicar cosas, pero bueno, si estamos todo el día de reuniones creamos una doctrina; como los partidos que tienen su doctrina. Yo no tengo ninguna doctrina.
Encerrado todo el día en su guarida de la Plaza Real, su pequeño burdel como gusta llamar, Ocaña sólo deja el pincel para ir a comprar a la Boquería o dejarse caer de plumífera en cualquier fiesta. Está preparando su propia exposición y piensa hacerla esta vez en Barcelona como lo hiciera este verano en Palma y en el Museu d'Art Contemporani d'Eivissa.


—Estoy buscando una iglesia, un local muy alto, para montar mi exposición que será algo maravilloso. Cincuenta o sesenta muñecos de papel y alambre, repicar de campanas... No quiero hablar, no quiero hablar. Será muy interesante.
En pintura es difícil ganarse la vida si se tienen pretensiones o si se va a parar en un ambiente de capillitas. Esta es la filosofía de Ocaña. Habla decidido y con seguridad, conserva su espontaneidad y su rollo callejero, pero ha refinado las formas y así, cuando habla de arte establece comparaciones entre Miguel Ángel y Leonardo da Vinci, piensa que el mejor crítico es el pintor mismo y sigue con vírgenes y monaguillos enclavelados:
—En estos tiempos modernos que vivimos, alguien que pinte ángeles es un milagro.

ALFONS MASQUERRA

Publicación: Diario de Barcelona
Fecha: 09/12/1980
Página: 15
Autoría: (texto) Alfons Masquerra y (foto) Iglesias

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