BARCELONA, CIUDAD DE FIESTAS Y MARCHA.
DE LA MARCHA DEL BORNE A LA FIESTA ESPONTÁNEA Y COTIDIANA
Empezó el año con fiesta popular en el Pueblo Español de Barcelona. Algo así como la estocada definitiva al año 76 y la alternativa al 77. Barcelona, la Barcelona no oficial, ha cobrado mucha marcha a raíz de las últimas fiestas multitudinarias. Al igual que hace un tiempo se empezó a hablar del espíritu de Canet, ahora cabe hablar del espíritu del Borne o de la "MARCHA DEL BORNE". Y es que la marcha arranca de los tres días de representaciones del Tenorio por la Assemblea de Treballadors de l'Espectacle (ADTE) en el antiguo mercado del Borne. Fue el primer acto multitudinario tras el verano. Unas veinte mil personas asistieron en total al tinglado de fiesta y participación del Borne. Allí se daba cita la Barcelona "de la 'rauxa', la de la rebeldía, la marginada, la popular, la más desconocida en el resto del Estado español, opuesta a la Cataluña del 'seny', la Cataluña exportable para la reforma" que ahora se nos muestra a través de la televisión con "La Saga de los Rius", tal como comentaba Montserrat Roig en el número 726 de la revista TRIUNFO. En el Borne se encontró la Barcelona marchosa, vibrando junta, reivindicando un espacio como el antiguo mercado central de la ciudad para salvarlo de la especulación, y lo que es más, reivindicando el sentido activo de la fiesta. Llegamos a olvidarnos de la representación en sí del Tenorio, de las actuaciones musicales; los auténticos protagonistas fuimos nosotros: el pueblo, la gente.
Días más tarde, bajo el slogan de "Visca la Gresca", el semanario catalán ARREU organizaba en el Palau d'Esports de Barcelona otra fiesta en la que unas siete mil personas reafirmaban su derecho a la diversión con un gran y confuso lío final sobre la alfombra de la pista central del recinto. Prosiguió el espíritu del Borne, a pesar de algunas intervenciones musicales desgraciadas y a pesar de las palizas de la presentadora de turno. Era nuevamente la alegría de una gente que descubre su fuerza, que descubre su vibración conjunta y sus ganas de cachondeo.
Cualquier excusa es buena para encontrarse. Así, otra vez la ADTE montó el revellón de fin de año en el Pueblo Español ("La Gran Revetlla de la Calça i el Sidral"), que pretendía ser un tinglado más impresionante que el del Borne, aunque no lo lograra a tales niveles. El Pueblo Español es un recinto situado en la montaña de Montjuïc, que alberga reproducciones de calles y edificios representativos de toda España. En este lugar se habían organizado hasta la fecha verbenas populares dentro de un orden. Este año, y con el recuerdo del Borne en la mente, la ADTE quiso resarcirse de sus pérdidas económicas, o de sus escasas ganancias del Tenorio del Borne, puesto que en este último lugar fueron muchos, muchísimos, los que entraron sin pagar, y la Assemblea quería recoger dinero para subvencionar sus futuros montajes. Se montó un revellón de fin de año. Las ideas eran geniales: canciones melódicas de los años cuarenta, cincuenta y sesenta (1937-1977: 40 años de discos solicitados), himnos fascistas, el twist, la yenka, el madison, la conga, el rock, películas musicales, taxi-boys y taxi-girls con los que se podía bailar por cinco duros, actuaciones de los Oriol Tramvia, Pau Riba, Micky Espuma, Sisa, etc., tenderetes de bocadillos, bebidas, revistas (el Ajo pintando caras, como de costumbre), teatro, striptease, de todo un poco. A los cinco minutos del nuevo año, Ocaña, un conocido personaje de las noches de Barcelona, transvestido de mujer fatal, se subía a lo alto de una furgoneta situada en el centro de la plaza del Pueblo Español e iniciaba el primer striptease de la temporada hasta quedarse en bola pura. La ovación de los espectadores fue unánime... Pero había demasiados espectadores. Resulta inconcebible ver a gente sentada, con la actitud del espectador que espera ver qué es lo que le ofrecen por las ciento cincuenta pesetas que ha pagado en la entrada. La fiesta duró hasta pasadas las siete de la mañana: A esa hora llegaron tan sólo los protagonistas, los que lo eran de antemano y los que participando activamente también lo fueron. Se agotó el champagne antes de las doce. El público no era el mismo que el del Borne: por una parte estaban los que normalmente celebraban el principio de año en el Pueblo Español, lejos de sospechar el desmadre del revelIón del 76-77, y por otra, mucha de la gente que se esperaba dejó de acudir, bien por la amenaza de lluvia, o por estar ausentes de la ciudad, o por tener otras fiestas programadas con anterioridad, o por desconfianza, o por lo que fuera. Pero los que participaron se lo pasaron bien. Lo hubieran pasado bien en cualquier sitio. Ellos no necesitaban que les organizaran la diversión, que les encauzaran la alegría ni que les dijeran cuándo debían bailar o cantar. El ejemplo estaba muy patente en lo sucedido en el Borne: el auténtico espectáculo, surgido de esta gente, estaba totalmente fuera de programa, pero al encontrarse en su ambiente, conectando con los demás, nació la fiesta, el lío, el cachondeo y la marcha. El revellón del Pueblo Español no estaba pensado para que nadie asistiera como simple espectador, y los que esto hicieron, se aburrieron.
Días más tarde, bajo el slogan de "Visca la Gresca", el semanario catalán ARREU organizaba en el Palau d'Esports de Barcelona otra fiesta en la que unas siete mil personas reafirmaban su derecho a la diversión con un gran y confuso lío final sobre la alfombra de la pista central del recinto. Prosiguió el espíritu del Borne, a pesar de algunas intervenciones musicales desgraciadas y a pesar de las palizas de la presentadora de turno. Era nuevamente la alegría de una gente que descubre su fuerza, que descubre su vibración conjunta y sus ganas de cachondeo.
Cualquier excusa es buena para encontrarse. Así, otra vez la ADTE montó el revellón de fin de año en el Pueblo Español ("La Gran Revetlla de la Calça i el Sidral"), que pretendía ser un tinglado más impresionante que el del Borne, aunque no lo lograra a tales niveles. El Pueblo Español es un recinto situado en la montaña de Montjuïc, que alberga reproducciones de calles y edificios representativos de toda España. En este lugar se habían organizado hasta la fecha verbenas populares dentro de un orden. Este año, y con el recuerdo del Borne en la mente, la ADTE quiso resarcirse de sus pérdidas económicas, o de sus escasas ganancias del Tenorio del Borne, puesto que en este último lugar fueron muchos, muchísimos, los que entraron sin pagar, y la Assemblea quería recoger dinero para subvencionar sus futuros montajes. Se montó un revellón de fin de año. Las ideas eran geniales: canciones melódicas de los años cuarenta, cincuenta y sesenta (1937-1977: 40 años de discos solicitados), himnos fascistas, el twist, la yenka, el madison, la conga, el rock, películas musicales, taxi-boys y taxi-girls con los que se podía bailar por cinco duros, actuaciones de los Oriol Tramvia, Pau Riba, Micky Espuma, Sisa, etc., tenderetes de bocadillos, bebidas, revistas (el Ajo pintando caras, como de costumbre), teatro, striptease, de todo un poco. A los cinco minutos del nuevo año, Ocaña, un conocido personaje de las noches de Barcelona, transvestido de mujer fatal, se subía a lo alto de una furgoneta situada en el centro de la plaza del Pueblo Español e iniciaba el primer striptease de la temporada hasta quedarse en bola pura. La ovación de los espectadores fue unánime... Pero había demasiados espectadores. Resulta inconcebible ver a gente sentada, con la actitud del espectador que espera ver qué es lo que le ofrecen por las ciento cincuenta pesetas que ha pagado en la entrada. La fiesta duró hasta pasadas las siete de la mañana: A esa hora llegaron tan sólo los protagonistas, los que lo eran de antemano y los que participando activamente también lo fueron. Se agotó el champagne antes de las doce. El público no era el mismo que el del Borne: por una parte estaban los que normalmente celebraban el principio de año en el Pueblo Español, lejos de sospechar el desmadre del revelIón del 76-77, y por otra, mucha de la gente que se esperaba dejó de acudir, bien por la amenaza de lluvia, o por estar ausentes de la ciudad, o por tener otras fiestas programadas con anterioridad, o por desconfianza, o por lo que fuera. Pero los que participaron se lo pasaron bien. Lo hubieran pasado bien en cualquier sitio. Ellos no necesitaban que les organizaran la diversión, que les encauzaran la alegría ni que les dijeran cuándo debían bailar o cantar. El ejemplo estaba muy patente en lo sucedido en el Borne: el auténtico espectáculo, surgido de esta gente, estaba totalmente fuera de programa, pero al encontrarse en su ambiente, conectando con los demás, nació la fiesta, el lío, el cachondeo y la marcha. El revellón del Pueblo Español no estaba pensado para que nadie asistiera como simple espectador, y los que esto hicieron, se aburrieron.
Tal vez exista un precedente de estas fiestas. No hablo ya de los festivales de Canet, pues en ellos la participación no fue en absoluto colectiva. Me estoy refiriendo al resurgir de las fiestas mayores en los barrios. Estas fiestas mayores supusieron un triunfo del pueblo. El pueblo vencía el miedo a la fiesta, el miedo a reír, bailar y manifestarse espontáneamente en la calle. Descubríamos que nada de esto estaba ya prohibido y que la calle podía ser nuestra y a nuestro gusto, acostumbrados como estábamos a ponernos la careta de seriedad al salir de casa y a guardarnos nuestros cachondeos para las cavernosas reuniones con los amigotes.
Con estos precedentes, y aparte de los carnavales y de las nuevas fiestas que puedan hacerse en locales más o menos cerrados, sólo espero la llegada del buen tiempo, de la Primavera. La Primavera del 77 puede ser una auténtica fiesta total. No serán necesarios ya no Bornes, ni Pueblos Españoles, ni otros locales, ni siquiera organizadores. El jaleo puede surgir en cualquier momento y en cualquier esquina. Se acabarán los "días de fiesta". Enterraremos los domingos. La fiesta será algo espontáneo y cotidiano, lo que no quiere decir rutinario. Bastará con que tres personas se encuentren. Las Ramblas, todas las ramblas, pueden convertirse en una continua orgía. Facilmente surgirán situaciones como la que ya presencié el otro día en las mismas Ramblas: un grupo de personas, al grito de "a la calle, a jugar a la pelota a la calle", se puso a jugar a pelota, interrumpiendo la circulación ante la sorprendida mirada de los automovilistas, y precisamente e el lugar en que suelen reunirse los contertulios del futbol. Dejaremos las cavernas, los bares, los cines, los zelestes, y los músicos, los grupos de teatro y el arte se unirán a nuestra fiesta en la calle. ¡Viva la marcha!
FERNANDO MIR
Con estos precedentes, y aparte de los carnavales y de las nuevas fiestas que puedan hacerse en locales más o menos cerrados, sólo espero la llegada del buen tiempo, de la Primavera. La Primavera del 77 puede ser una auténtica fiesta total. No serán necesarios ya no Bornes, ni Pueblos Españoles, ni otros locales, ni siquiera organizadores. El jaleo puede surgir en cualquier momento y en cualquier esquina. Se acabarán los "días de fiesta". Enterraremos los domingos. La fiesta será algo espontáneo y cotidiano, lo que no quiere decir rutinario. Bastará con que tres personas se encuentren. Las Ramblas, todas las ramblas, pueden convertirse en una continua orgía. Facilmente surgirán situaciones como la que ya presencié el otro día en las mismas Ramblas: un grupo de personas, al grito de "a la calle, a jugar a la pelota a la calle", se puso a jugar a pelota, interrumpiendo la circulación ante la sorprendida mirada de los automovilistas, y precisamente e el lugar en que suelen reunirse los contertulios del futbol. Dejaremos las cavernas, los bares, los cines, los zelestes, y los músicos, los grupos de teatro y el arte se unirán a nuestra fiesta en la calle. ¡Viva la marcha!
FERNANDO MIR
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Publicación: Ajoblanco, n.º 19
Fecha: ¿?/02/1977
Página: 17
Autoría: (texto) Fernando Mir y (foto) ¿?
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